Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
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Es muy conocida la respuesta que Jesús, citando Deuteronomio 8: 3, le dio al diablo en el desierto cuando tras cuarenta días de ayuno este le pidió que transformara las piedras en pan: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4: 4).
En aquel contexto, el milagro de crear panes por parte de Jesús habría implicado caer en la tentación de usar su poder para satisfacer una necesidad personal. Pero «ni en esta ocasión, ni en ninguna otra ulterior en su vida terrenal, realizó él un milagro en favor suyo» (Ellen G. White, El Deseado de todas las gentes, p. 95). Sigue leyendo