El rostro de Dios

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
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Jacob y Esaú hacen las paces (jw.org)Cuando Jacob regresó a la tierra de sus padres, supo que Esaú se dirigía a su encuentro con cuatrocientos hombres. Jacob temía que no le hubiera perdonado que le robara la primogenitura. Apartándose de su familia, se quedó solo. Anocheció. Un misterioso hombre se acercó a él y lucharon toda la noche.

Después de ser vencido, Jacob le pide que lo bendiga; además quiere conocer su nombre. El varón no se lo revela, pero lo bendice y le comunica que a partir de ese día ya no se llamará Jacob, sino Israel. El patriarca entiende que ha luchado con el mismo Señor, y exclama: «He visto a Dios cara a cara, y sin embargo todavía estoy vivo» (Génesis 32: 30).

Siendo de noche, seguramente Jacob no llegó a discernir las facciones del luchador, pero estaba convencido de haber visto el rostro de Dios porque se había relacionado con él.

Al día siguiente Esaú sale al encuentro de Jacob. Este previamente ha enviado varios rebaños de ganado como regalo. Cuando ambos se encuentran, Jacob se inclina delante de su hermano. «Pero Esaú corrió a su encuentro y, echándose sobre su cuello, lo abrazó y besó; los dos lloraron» (Génesis 33: 4). Jacob le explica que le entrega el ganado porque desea «hallar gracia a los ojos de mi señor». Esaú se niega a aceptarlo, pero Jacob replica: «Si he hallado ahora gracia a tus ojos, acepta mi regalo, porque he visto tu rostro como si hubiera visto el rostro de Dios, pues que con tanta bondad me has recibido» (33: 10).

Al recibir el perdón de su hermano, Jacob ha vuelto a ver el rostro de Dios.

Podemos ver el rostro de Dios en los necesitados. ¿Reflejamos el amor, la bondad y el perdón de tal modo que puedan ver los demás el rostro de Dios en nosotros?

[Fuente de la imagen.]