Ver a Dios

Greg Olsen, 'Camina conmigo' (2007)El experto en educación Ken Robinson contaba que un día visitando un colegio vio a una niña de seis años que pintaba concentradísima. Le preguntó: «¿Qué dibujas?». Y ella contestó: «La cara de Dios». «Nadie sabe cómo es», observó Robinson. «Mejor –dijo ella sin dejar de dibujar–, ahora lo sabrán».

¿Podemos ver a Dios? En el prólogo del evangelio de Juan se afirma: «A Dios nadie lo ha visto jamás» (1: 18; la idea se repite en 1 Juan 4: 12). Pero a continuación se aclara: «El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer». Por tanto, sí podemos ver el rostro de Dios: es Jesús.

Pero –se podría alegar– a Jesús no podemos verlo; las representaciones que se hacen de él proceden de la imaginación de los artistas. Así es. A pesar de ello, es posible verlo en persona. En la escena del juicio final que describe Jesús, los justos se sorprenden de que Cristo los bendiga por haberlo atendido personalmente: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos, o desnudo y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?». Y él les responde: «De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis» (Mateo 25: 37-40).

¿Quieres ver a Dios? Búscalo en los hambrientos, los sedientos, los inmigrantes, los enfermos, los presos. Ellos representan al propio Cristo, quien en esta tierra fue migrante y sufrió hambre, sed e injusticias. Según las palabras de Jesús, ellos son Jesús. Y es en Jesús como podemos ver a Dios.

[Imagen: Greg Olsen, ‘Camina conmigo’ (2007).]

Un comentario en “Ver a Dios

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