Mil citas espirituales (de momento…)

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
https://jonasberea.wordpress.com/

Captura de pantalla 2020-07-16 a las 10.29.51Hoy hace mil días que nació el blog Cita Espiritual Diaria. Sus características son las siguientes:

Cada día se publica una entrada del blog que contiene una cita de contenido espiritual.

En su mayor parte son frases de autores cristianos tomadas de libros, publicaciones en internet, redes sociales como Twitter…

Los sábados en lugar de un texto se publica una viñeta o un meme.

Es posible suscribirse al blog en el espacio habilitado a la derecha del mismo; también es muy sencillo darse de baja de la suscripción.

Si se cuenta con un blog en WordPress también se puede seguir Cita Espiritual Diaria desde el mismo haciendo click en el botón correspondiente.

Si la fuente de la cita se encuentra disponible en internet, el nombre del autor tiene formato de enlace; pinchando sobre él se llega a la fuente.

Cada cita está etiquetada con unas categorías, lo cual permite hacer búsquedas por temas a través del listado que figura en la columna derecha del blog.

Sobre este listado, en la misma columna, hay un motor de búsqueda con el que se pueden localizar citas introduciendo cualquier palabra; por ejemplo, el nombre de un autor.

Una vez publicada en el blog, hago una captura de cada entrada y la publico en mi cuenta de Twitter, que se puede visitar sin necesidad de tener un perfil en esta red social: @jonasberea.

¿Orgullo sano?

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
https://jonasberea.wordpress.com/

Escuela de Peter Paul Rubens (1577-1640), 'San Pablo'Escribe Pablo en 2 Corintos 1: 12-14: «Nuestro motivo de orgullo es éste: el testimonio de nuestra conciencia, de que con sencillez y sinceridad de Dios (no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios), nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros. No os escribimos otras cosas de las que leéis o también entendéis; y espero que hasta el fin las entenderéis; como también en parte habéis entendido que somos vuestro motivo de orgullo, así como también vosotros lo seréis para nosotros en el día del Señor Jesús». Expresiones similares sobre el orgullo aparecen en 2 Corintios 8: 24 y 9: 3.

¿Hay por tanto motivos legítimos de orgullo? Sí, existe cierto “orgullo sano”, que es muy diferente al orgullo que hemos analizado en entradas anteriores. Si examinamos el contexto en el que aparece la palabra en estos pasajes, comprobamos que el tipo de orgullo al que Pablo hace referencia no equivale a jactancia. De hecho, algunas versiones traducen el término griego que usa Pablo (káujesis o káujema) por “satisfacción” (LBLA) o “regocijo” (JBS).

Yo prefiero esas palabras, porque “orgullo” está muy cargada de la connotación de envanecimiento. También me gusta usar el término “ilusión”, en la acepción de «viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etcétera» (DRAE).

¿Cuándo cabe el “orgullo sano”? Nunca cuando el motivo de orgullo es algo que hacemos o logramos nosotros: «no con sabiduría humana», dice Pablo. Solo cabe entenderlo en el contexto de «la gracia de Dios». Este “orgullo” es claramente una alegría que proyectamos hacia «el día del Señor Jesús». Desplaza al yo y pone en el centro a Cristo: «El que se gloría, gloríese en el Señor. No es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba» (2 Corintios 10: 17-18).

[Imagen: Escuela de Peter Paul Rubens (1577-1640), ‘San Pablo’.]

Leer todas las entradas de la serie “Identidad”.

Orgulloso de estar orgulloso

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
https://jonasberea.wordpress.com/

jjooEl orgullo implica sensación de superioridad. No es como la ilusión o la satisfacción, que significan sentir bienestar por el hecho en sí. Uno puede estar satisfecho de su familia, de un trabajo bien realizado, de vivir en determinado lugar. Percibe que son oportunidades, privilegios o bendiciones y siente gratitud, que es un sentimiento emparentado con la humidad.

El orgullo, por el contrario, va acompañado de la comparación con los demás: yo tengo esto, o soy de tal sitio, mientras que otros no. Sentir orgullo por nuestro origen de algún modo implica la creencia de que otros deberían sentir envidia por no ser tan afortunados como nosotros, o vergüenza por haber nacido en determinado lugar o familia.

La satisfacción o la ilusión se comunican de forma natural; el orgullo se exhibe. Del sentimiento de orgullo nacen la jactancia, la vanidad y la arrogancia, y es el primer paso para la discriminación. Es frecuente oír a algunos decir “Yo estoy muy orgulloso de ser de mi país” o “de pertenecer a este colectivo”. Es como si se sintieran orgullosos de estar orgullosos. Atribuyen cualidades casi mágicas a su patria, su etnia, su profesión, su equipo de fútbol… o su iglesia. Creen que porque en su territorio de origen vivieran hace siglos, incluso milenios, determinados héroes o genios, ellos comparten sus virtudes. Se consideran herederos de las glorias nacionales, pero no de las miserias de su historia. Y, generalmente, subliman muchas de esas miserias haciéndolas pasar por hazañas. Como observó Goethe, «el orgullo más barato es el “orgullo nacional” que delata en quien lo siente la ausencia de cualidades individuales.»

Socialmente, el orgullo tiene prestigio, se concibe como una virtud. Bíblicamente, es un defecto que puede manifestarse en distintos grados, y que en última instancia es la raíz de todo pecado; es incluso el pecado por excelencia.

[Fuente de la imagen.]

Leer todas las entradas de la serie “Identidad”.

La ciudad abierta

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
https://jonasberea.wordpress.com/

Heavenly Jerusalem (www.lettherebelightart.com)La patria hacia la que caminamos los creyentes se describe en el Apocalipsis como una ciudad que Dios hace descender del cielo y que se asienta en la tierra tras la Segunda Venida de Jesús.

Es muy significativo comparar esta ciudad con la que aparece en los escritos de Qumrán. Los famosos rollos del Mar Muerto pertenecían a una comunidad de esenios que vivieron apartados en el desierto de Judea. Se habían separado del resto de los judíos porque consideraban que no cumplían estrictamente con las rigurosas leyes de pureza ritual y religiosa. No solo condenaban a todos los extranjeros y paganos, sino también a todos los judíos que no pertenecieran a su comunidad.

Los esenios esperaban la manifestación final del Mesías y el combate de los hijos de la luz (que eran ellos mismos) contra los de las tinieblas. Entonces Dios establecería una ciudad escatológica que en sus textos aparece descrita así:

Y era como quien llega a una ciudad fortificada
y busca refugio en un muro alto hasta conseguir la salvación, […]
y no entrará un extranjero
y sus puertas son como escudos,
para que no haya acceso,
y hay fuertes cerrojos
que no pueden romperse.*

La Nueva Jerusalén de Apocalipsis 21 también tiene muros muy altos sobre sólidos cimientos, pero lo que el texto resalta de ellos no es su función de aislar, sino su belleza, comparable a las piedras más preciosas que podamos imaginar (vv. 18-20). En contraste con la ciudad xenófoba de los esenios, la ciudad celestial es «una ciudad hospitalaria, pues a ella vendrán de todos los rincones de la tierra. Sus puertas no son como escudos sino como perlas».** Y «las naciones que hayan sido salvas andarán a la luz de ella y los reyes de la tierra traerán su gloria y su honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones» (vv. 24-26).

* Citado en Joachim Jeremias, Teología del Nuevo Testamento, vol. I, Salamanca: Sígueme, 1985, pág. 204).
** David Casado, “El apóstol Pablo y el nacionalismo”, ICPress, 13 de diciembre de 2002.

 

[Imagen: La Jerusalén Celestial.]

Leer todas las entradas de la serie “Identidad”.