Paradojas bíblicas (I)

Por Jonás Berea (jonasberea@gmail.com)
https://jonasberea.wordpress.com/

Marco Melgrati, Salir del laberintoGran parte de las desviaciones que se han dado en el pensamiento cristiano a lo largo de la historia se deben a no haber entendido la naturaleza paradójica del mensaje bíblico. El Diccionario de la Real Academia Española define “paradoja” como “hecho o expresión aparentemente contrarios a la lógica”. La lógica humana tiende al dualismo y la polarización: “O esto, o su contrario”. En cambio la lógica bíblica, aunque no es contradictoria, presenta numerosas paradojas.

Por ejemplo, somos salvos por gracia, pero estamos llamados a hacer buenas obras. Solo en la tensión entre ambas verdades podemos librarnos del antinomianismo permisivo o del legalismo.

¿Cómo puede ser verdad a la vez que “el hombre es justificado por la fe sin las obras de la Ley” (Romanos 3: 28) y “el hombre es justificado por las obras y no solamente por la fe” (Santiago 2: 24)? Aunque requeriría una explicación más compleja, creo que lo básico es que Pablo estaba confrontando el legalismo de los judaizantes de la iglesia de Roma, que creían poder comprar la salvación a base de obras meritorias; mientras que Santiago confronta la discriminación de los pobres por parte de los ricos, y advierte a estos de que una fe formal les llevará a la condenación y de que es necesario que “justifiquen” o evidencien su fe cristiana mediante la práctica de la justicia social (el mismo verbo griego traducido como “justificar” aparece en las palabras de Jesús recogidas en Mateo 11: 19 que la versión Dios Habla Hoy traduce como “la sabiduría de Dios se demuestra por sus resultados”).

Lutero despreciaba la epístola de Santiago porque no comprendió estos aspectos contextuales. Pero sí que entendió muy bien otras paradójas bíblicas fundamentales. Una de ellas es que el cristiano es a la vez justo y pecador. Comprendiéndolo evitaremos dos desviaciones fatales: una, la desesperación de quien cree necesitar la acumulación de méritos ante Dios. A este, Dios le dice: no hace falta que añadas nada, ya eres justo, estás en paz conmigo. La otra desviación es la de quien tiene una visión cuantitativa del pecado. A este, Dios le dice: también cuando “no cometes pecados” concretos sigues siendo pecador. En síntesis: no te desesperes, pero tampoco te engrías.

Al principio de La libertad del cristiano Lutero establece dos conclusiones paradójicas: “el cristiano es un hombre libre, señor de todo y no sometido a nadie” y “el cristiano es un siervo, al servicio de todo y a todos sometido”. En realidad es una paráfrasis de 1 Corintios 9: 19: “Siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos”. A lo largo de esta pequeña obra maestra Lutero desarrolla con gran lucidez estas dos verdades.

Algunas paradojas bíblicas se nos presentan de un modo desafiante, en forma de flagrantes contradicciones puestas una junto a otra, como en Proverbios 26: 4-5:

Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad,
para que no seas tú también como él;
responde al necio como merece su necedad,
para que no se tenga por sabio en su propia opinión.

¿Cómo puede ser? Mi respuesta es que aquí Dios nos apela al discernimiento, a buscar una sabiduría (Santiago 1: 5) que nos permita aplicar el principio necesario en cada contexto. En unas ocasiones habrá que aplicar el primer proverbio, en otras el segundo.

Entre los diversos recursos con los que Jesús provocó a su audiencia y les estimuló a reflexionar y a entregarse a él estaban las paradojas: “El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 10: 39).

Las paradojas bíblicas nos fuerzan a profundizar y matizar, y nos ponen en guardia ante el peligro de ser demasiado categóricos. Hay textos bíblicos que pueden resultar letales en ciertos contextos de la vida del cristiano o de la iglesia, pero serán providenciales en otros contextos.

Por eso necesitamos leer permanentemente la Biblia de una forma personal y activa, tomando nota de los pasajes que más nos apelan, los que más necesitamos para compensar nuestras inclinaciones o carencias: un pasaje puede resultar decisivo para el orgulloso, pero quizá le diga menos a la persona con baja autoestima.

La Biblia contiene muchos mensajes paradójicos porque es una obra universal y multitemporal, escrita para suplir las necesidades espirituales de todas las personas en todos los tiempos. Tiene palabras para cada persona de este mundo, pero hay que saber buscarlas y relacionar correctamente unas con otras.

A la vez, tiene palabras para cada momento de nuestra vida. Hay versículos que uno lee con la sensación de que el autor inspirado los escribió para mí en esta fase concreta de mi vida. Cada uno tiene que atesorar los mensajes que le apelan para aplicarlos y saborearlos en el momento oportuno.

También cada iglesia necesita mensajes diferentes en momentos diferentes. Las siete cartas de Apocalipsis 2 y 3 tienen elementos comunes, pero son distintas.

Hay una palabra (muchas palabras) para cada persona, para cada momento de la vida, para cada comunidad.

En el siguiente post ofrezco algunas breves ideas más sobre las paradojas bíblicas.

[Ilustración de Marco Melgrati.]