Actitudes por sobre formas

Por Joel Barrios
https://jonasberea.wordpress.com/

A los seres humanos nos gusta crear sistemas donde aglutinarnos. Eso hace que la vida sea más cómoda y predecible. Eso también nos permite dedicarnos a nuestros objetivos egoístas sin la necesidad de renunciar a nada que sea común a nuestra naturaleza carnal.

La historia siempre fue afectada para bien por aquellos que fueron fieles a su conciencia. Esas personas comenzaron un movimiento vivo que desafió la inercia de los sistemas humanos. Los movimientos continuaron vivos mientras sus herederos copiaron las actitudes de aquellos que los fundaron. Lamentablemente la historia oficial generalmente recuerda los nombres y los hechos de aquellos que establecieron las bases de un cambio pero entierra en el olvido las actitudes valientes que llevaron a esos hombres y mujeres a hacer la diferencia de la que hoy todos nos beneficiamos. Eso hace que en algún momento del peregrinaje, los herederos de los pioneros, pretendiendo cuidar al sistema que se formó a causa del movimiento, comienzan a perseguir a aquellos que tienen las mismas actitudes que aquellos que lo fundaron. Es así que el sistema comienza a tragarse al movimiento pretendiendo construirlo.

Cuando eso sucede el diálogo es reemplazado por dogmatismo. La consagración a Dios es confundida por fidelidad a las formas sin esencias. La concreción de blancos numéricos se comienza a usar como el criterio esencial para determinar el éxito de la causa. El discipulado espiritual es reemplazado por entrenamiento estratégico, y el testimonio personal es confundido con “marketing”. Lo importante ya no será levantar a Jesús, sino que la gente conozca a “la iglesia”. Ya no se proclamará lo que Cristo hace por nosotros, sino lo que nosotros hacemos por él. El miedo a la herejía limitará el estudio de la Biblia y la certeza de la inminente segunda venida de Cristo dará lugar a la articulación de una simple creencia.

Los cambios siempre comenzaron por personas dispuestas a hablar (Isa. 53: 8, Eze. 33; Jer. 1). Sin embargo ese hablar fue espiritual y no carnal. No fue con el objetivo de destruir, sino de construir. Por eso es necesario que le pidamos a Dios que nos dé la sabiduría del cielo para saber articular nuestro hablar y nuestro silencio. Cuando callas por prudencia espiritual, tu silencio será más elocuente que tus palabras. Cuando hablas solamente con el propósito de quedar bien con el rey, tus palabras serán tan intrascendentes como tu silencio. Cuando tu silencio y tus palabras son el fruto del respeto a tu conciencia, entonces eres un rey de la orden del cielo (Apoc. 1: 6). Los reyes del cielo no se sientan en tronos en esta tierra, ellos comparten una cruz. Los reyes terrenales son los que buscan tronos en esta tierra, sin darse cuenta de que, en el reino futuro, a todos aquellos que gastaron sus energías buscando tronos, les espera una cruz.

Dios nos bendiga y nos libre de nosotros mismos para que cuando asistamos a nuestras reuniones generales no vayamos para buscar un puesto sino para pedir a Dios que nos dé el privilegio de formar parte de un movimiento.

(Tomado de Facebook, 23 de febrero de 2015.)

[Imagen: Dennis Oppenheim, ‘The Device to Root Out Evil’ (1997).]